lunes, 4 de noviembre de 2019

Santiago de Chile está marcado de protestas

La calle es el escenario de su ira y los muros de Santiago el soporte de sus reclamos. Entre grafitis, lemas y bastante destrucción, la capital chilena está marcada por la protesta en días que los manifestantes compiten para poner en palabras e imágenes su malestar.

Ni un tramo de los ocho kilómetros de la avenida la Alameda ha quedado libre de pintadas o desmanes. A lo largo de la principal vía de Santiago que conduce hasta Plaza Italia, centro neurálgico de todas las manifestaciones desde el 18 de octubre, los edificios han quedado tatuados de rabia.

«Asesinan, violan, torturan», «Chile en estado de rebelión», «Barricadas y besos», «Grita por aquellos a quienes el gobierno ha amordazado», «Beben la sangre del pueblo». .. Los chilenos han salido en multitud a las calles a denunciar la crisis social sin precedentes que está sacudiendo al país.

Las aceras, las fachadas, el macadán, incluso los barrios residenciales, han quedado pintados y en muchos casos vandalizados. Todos se volvieron políticos en menos de un mes.

Con dichos y grafitis, la calle expresa hartazgo de un sistema que los ahogó en deudas para financiar educación, salud y luego recibir pensiones paupérrimas. «La normalidad es nuestra esclavitud», «Apaga la tele», «Tiembla la injusticia cuando luchas contra los que no tienen nada que perder», pero el reclamo que más se lee: «¡Nueva Constitución!».

Demostrando una gran inventiva, los manifestantes utilizan figuras retóricas como el quiasmo («La democracia de los ricos, la dictadura de los pobres», «Sin miedo, la gente ganará, sin compromiso, la gente ganará»), la anáfora («Si la revolución es necesaria, la revolución es posible»), la antítesis («balas contra gritos»), el oxímoron («Detengan la explotación de la tierra, liberen el agua» etc.

El objetivo favorito de los manifestantes es el presidente Sebastián Piñera representado en una pancarta sentado en una bomba de tiempo, con la leyenda: «Se acaba tu tiempo, viene el estallido».

«Militares, asesinos», «Anti-Pacos social club», «Nos están matando»: además del jefe de Estado, las fuerzas del orden también son presas del repudio en los muros en días en que se multiplicaron las denuncias por supuestos abusos policiales durante la primera semana de la crisis, cuando amparados en un toque de queda y estado de emergencia los militares salieron a las calles por primera vez después de la dictadura del general Augusto Pinochet (1973-1990).

 

Blancos

Algunos lugares están más cubiertos de las inscripciones que otros, como edificios institucionales, ministerios, administraciones, agencias bancarias, universidades y las farmacias, acusadas de acordar los precios de los medicamentos entre las diferentes cadenas.

Entre los eslóganes más recurrentes destaca «No + AFP» en referencia a las administradoras de fondos de pensiones, organizaciones financieras privadas responsables de hacer ahorros en la nómina para garantizar una pensión financiada que tras 30 años de su implementación devuelven entre el 30 o 40% del sueldo de los jubilados, cuando en los 80 prometieron al menos 70% del último salario de un trabajador.

En la puerta de una iglesia se lee «Violadores». Este país, otrora el más católico practicante de América del Sur, fue sacudido por una serie de escándalos de pedofilia en su Iglesia, a raíz de la controvertida visita del papa Francisco en 2018. También se repite el reclamo de «aborto libre». La dictadura prohibió el aborto en todas sus formas y recién desde 2017 Chile permite abortar en tres causales: inviabilidad fetal, riesgo de vida para la madre y violación.

 

Camuflaje

«No estamos en guerra», dicen en respuesta a Piñera, quien sostuvo lo contrario dos días después del inicio de los disturbios más violentos.

En los alrededores de la tradicional Universidad Católica, una pintura en colores muy vivos en un edificio revela un camuflaje reciente, y no es raro ver a los comerciantes o residentes de la mañana, con un rollo de pintura en la mano, tratando de cubrir las inscripciones.

«Este arte callejero es una reminiscencia de las brigadas Ramona Parra (nombradas en honor a una mártir socialista) en la década de 1970, cuyos miembros tenían un papel definido: un rellenador, un filetero y guardias que vigilaban que no viniera nadie porque estos dibujos eran hechos durante el toque de queda», recordó Álvaro Ramírez, un artista de grafitis chileno y especialista en arte callejero en Valparaíso. Esta ciudad se describe como una galería de arte al aire libre, con sus miles de murales coloridos.

En la Alameda solo un edificio sigue limpio: Altamente vigilado, el palacio presidencial de La Moneda, por el cual desfilan miles de manifestantes a diario, se impone con una fachada prístina.



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