sábado, 29 de agosto de 2020

Análisis | Torino: ¿Podrá Pdvsa salir de su crisis histórica?

Una de las características que hizo resaltar a Venezuela durante varias décadas fue su esquema de negocio petrolero -que sirvió de ejemplo para otros países-, el cual consistía en la colocación de crudos en los mercados a través de refinerías propias y/o compartidas.

De esta forma, para inicios del siglo XXI, la capacidad de colocación de la producción de crudo venezolano en los Estados Unidos era de casi 950.000 barriles diarios.

Asimismo, la capacidad de refinación a nivel interno alcanzaba los 1,3 millones de barriles diarios, que sumada a la capacidad internacional (1,6 millones b/d), le aseguraba al país sudamericano la colocación de 2,9 millones de barriles diarios, lo que representaba casi el 90% de la toda producción de bienes y servicios en Venezuela, señala Torino Economics, la unidad de investigación de Torino Capital, en su último informe sobre la situación de la industria petrolera venezolana.

No obstante, añade la consultora financiera, que el panorama desde ese entonces ha dado un vuelco de 180°. En los últimos 20 años la producción de crudo y de refinados en el país ha disminuido en niveles históricos, tras la implementación de una nueva estrategia geopolítica en la industria petrolera venezolana, por medio de la transición de un sistema de Asociaciones Estratégicas a otro bajo la modalidad de Empresas Mixtas, que llevo a la expropiación de ciertos proyectos petroleros, de acuerdo con los lineamientos de la administración de turno, en la que se plateó una “diversificación” de la colocación de hidrocarburos, reduciendo la cuota en el mercado estadounidense y abriendo el camino a los mercados asiáticos.

De esta forma, desde el 2006 se fueron reduciendo las inversiones en las refinerías extranjeras, sobre todo en Estados Unidos y Europa.

En 2019, la nación petrolera solo administraba 11 refinerías, de las cuales 6 se ubican en el país, 3 en Estados Unidos, y 2 en las islas del Caribe.

Entre las instalaciones en suelo venezolano, el Complejo Refinador Paraguaná, en el estado Falcón, se destaca como la segunda refinería más grande del mundo con una capacidad de procesamiento de 970.000 b/d, así como las refinerías de Puerto La Cruz, con una capacidad de procesamiento de 200.000 b/d y El Palito, con capacidad de 140.000 b/d.

– Un deterioro de largo aliento –

En el año 1998, Petróleos de Venezuela (PDVSA) llegó a ser la tercera empresa con mayor capacidad de refinación petrolera en el mundo, procesando 3,3 millones de barriles diarios. En ese período, la empresa estatal administraba 24 refinerías en todo el mundo, entre las cuales 5 se encontraban dentro del país y 19 operaban en el exterior.

Sin embargo, de acuerdo con el último informe de gestión publicado por PDVSA en el 2016, la petrolera destaca que la disminución de la capacidad de procesamiento de refinados cayó casi un 40% entre el 2006 y el 2016.

A su vez, la producción de productos refinados en el país comenzó a mostrar indicios de su declive a partir de 2010, al ubicarse en 1,2 millones b/d, lo que reflejaba un descenso de 6,7% con respecto al año previo.

La venta de productos refinados (tanto en el mercado internacional como en el mercado interno) se mantuvo hasta el 2014 sobre la línea del millón de b/d, y es en el 2015 cuando esta cuota no logra alcanzarse al reportar un nivel de 983 millones de b/d, descenso que se ha mantenido constante desde ese momento.

Al cierre del 2016, la estatal venezolana mostraba un volumen de venta de productos refinado de 798.000 b/d (contemplando tanto los productos exportados como las ventas en el mercado interno); el cual, contrastado con su tope en el 2009, reportó una disminución del 37% en esos siete años, explica Torino Economics.

Esta pérdida de capacidad fue producto de la reducción en la productividad del sector (tanto en mano de obra especializada, como en maquinarias y equipos), la cual se estima que cayó en 60% entre 2006 y 2016.

A su vez, entre 2006 y 2018 la producción de crudo disminuyó a la mitad, mientras que la producción de refinados registró una caída del 65%, lo que contrasta con el consumo interno de hidrocarburos el cual se redujo en una menor proporción al reportar una disminución de 38%.

En esta tendencia decreciente, se resalta la desincorporación de la refinería Saint-Croix en 2011 y luego la venta de Chalmette en el año 2015, lo que conllevó a una pérdida significativa en el volumen procesado en refinerías internacionales a mínimos históricos.

De acuerdo con los indicadores reportados por la Administración de Información sobre Energía de Estados Unidos (EIA), en esta última década Venezuela enfrentó un cambio importante en su papel tradicional como exportador neto de productos refinados. En 2010, la nación petrolera importaba de Estados Unidos menos de 20.000 b/d, principalmente de productos oxigenados necesarios para la producción de gasolinas.

No obstante, entre el 2012 y 2017, las importaciones de refinados oscilaron entre 70.000 y 80.000 b/d, incluyendo gasolina, destilados y residuales.

De esta forma, el país se convirtió a partir del 2012 en un importador neto de productos refinados provenientes de los Estados Unidos. Sin embargo, estas importaciones comenzaron a declinar, producto de las sanciones económicas impuestas por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos al Estado venezolano desde 2017.

Según la IEA, el aumento de las exportaciones de productos refinados de Estados Unidos a Venezuela durante este período fue generado por la falta de recursos para atender las necesidades de inversión del sistema refinador.

Otro factor no menos importante, fueron las políticas de subsidios sobre el precio de la gasolina (con una tasa de subsidio implícita al consumo que alcanzó el ciento por ciento), que ocasionaron inmensas pérdidas a PDVSA e impulsaron un gigantesco contrabando de extracción hacia los países vecinos por muchos años.

A este panorama se unen los programas sociales que desviaron grandes cantidades de recursos necesarios para el mantenimiento y desarrollo del potencial de la industria, sobre todo en los años de auge de los precios petroleros.

De acuerdo con el último informe financiero de PDVSA, para el año 2016 las contribuciones y aportes para el desarrollo social de PDVSA (Fonden – Fondos de Desarrollo Nacional-  y otros programas de desarrollo social) fueron equivalentes a USD 11 billones, cifra que está casi a la par con los montos destinados a la inversión de PDVSA a sus diferentes proyectos, destacando además que entre los años 2010 y 2013 las contribuciones y aportes al desarrollo social superaron ampliamente los fondos para inversión en la industria petrolera, sostiene Torino Economics.

– ¿Qué ocurre con la producción petrolera? –

El modelo de negocio llevado a cabo por PDVSA en el pasado, en la que su red de refinerías en el país y a nivel mundial representó un ejemplo a seguir en el sector a nivel internacional, es en la actualidad un sistema de refinerías que están casi paralizadas por completo.

Las grandes refinerías como Amuay, Cardón, El Palito y Puerto La Cruz sufren graves problemas de mantenimiento, desinversión y ausencia de personal capacitado, y en el último año los vínculos históricos con las refinerías de Aruba y Curazao parecieran haberse roto.

A su vez, las sanciones económicas impuestas por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos sobre PDVSA desde enero de 2019 y de sanciones secundarias desde inicios del 2020 han limitado a la industria al acceso a los aditivos para combustibles, generando una disminución de la producción de crudos livianos y medianos en el país.

Todo este escenario ha llevado a la nación suramericana a problemas de escasez de combustible, los cuales se han visto agravados durante el 2020, haciendo que el Estado venezolano anunciara la medida histórica de ajustar los precios de la gasolina a precios similares a los del mercado internacional, por medio de un sistema de ajuste gradual.

Sin embargo, pese de ser una medida necesaria, la misma se está llevando a cabo de manera tardía, dado que por sí sola no resulta suficiente para reactivar las deterioradas condiciones de la industria, bajo un contexto económico nacional deprimido y de complejos escenarios políticos, a lo que se suman unas perspectivas mundiales desalentadoras en la demanda de hidrocarburos por los efectos de la pandemia ocasionada por el nuevo coronavirus.

Así, Venezuela ha recurrido a viejas alianzas con socios como Irán con el fin de paliar la escasez interna de combustible y de levantar la producción del Sistema de Refinador Nacional y entre el 23 de mayo y el 1° de junio de este año, arribaron 5 buques iraníes (Forest, Fortune y Faxon y Petunia y Clavel) descargando 210.000 toneladas de gasolina en Venezuela a pesar de la oposición de Washington.

Esta medida tenía como objetivo ganar algo de tiempo mientras el Estado lograba reanudar la producción de combustible local. En este sentido, el Gobierno venezolano anunció recientemente la reanudación de la producción de gasolina en diferentes refinerías del país.

Lamentablemente tras este anuncio no han parado las noticias de accidentes o fallas en las plantas de refinación, evidencia de las dificultades por las que está atravesando la estatal venezolana y de las políticas de improvisación en busca de suplir al mínimo necesario el mercado local, indica Torino Economics en su informe.

– Perspectivas negativas para el petróleo venezolano –

 Las perspectivas para Venezuela se complican ante un escenario no favorable en el mercado de hidrocarburos. Para este 2020, las previsiones de las Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) sobre el consumo global de hidrocarburos fueron ajustadas a la baja, dado que se espera una contracción mayor en la demanda a raíz de los efectos de la pandemia del COVID-19, ubicándola actualmente en 9,09% frente a los 8,03% previstos el mes anterior.

Además, el informe destacó que, aunque se espera una paulatina recuperación, la incertidumbre que aún prevalece sobre la evolución futura de la pandemia y su impacto en el mercado petrolero, condujo a el organismo estimase necesario que los productores del llamado «oro negro» mantuvieran limitada su oferta en el futuro cercano.

Por otro lado, tras las primeras sanciones petroleras impuestas por la administración de Donald Trump en enero de 2019 y luego de un año de su implementación, en los últimos meses se han reportado amenazas de veto o sanciones a varios propietarios de tanqueros que faciliten las exportaciones petroleras de Venezuela, llegando hasta al punto de la incautación de cuatro tanqueros vinculados a Irán que trasportaban combustible al país sudamericano, como una medida para romper los vínculos comerciales entre los dos países sancionados.

No obstante, Torino Economics destaca en su informe que las sanciones de Estados Unidos a Venezuela se han ido extendiendo no solo a las empresas administradas por el gobierno de Nicolás Maduro, sino también a terceros, con el fin de evitar que él y su gobierno reciban “oxígeno financiero” para mantenerse en el poder.

– Enfoque de Torino Economics –

A juicio de Torino Economics, la desinversión sistemática en la capacidad de refinación y producción de la industria petrolera venezolana a lo largo de los últimos años, así como la pérdida de personal calificado, aunado al escenario global en medio de sanciones económicas impuestas por EE.UU y el impacto de la crisis del COVID-19 en los mercados de hidrocarburos, configuran un panorama sombrío para la industria petrolera venezolana.

El impacto de las sanciones, que podrían agravarse con la prohibición de la importación del Combustible Diesel (usado para el transporte de alimentos y de pasajeros), podría agravar aún más la situación económica y social del país.

Para evitar el sostenido deterioro de la industria petrolera, debe tener lugar un amplio acuerdo político y social entre las partes en conflicto, para dar lugar a un proceso electoral (bien se trate de las elecciones parlamentarias contempladas en la constitución, o un acuerdo político que de paso a unas elecciones presidenciales) para la normalización de la vida democrática en Venezuela y la consecuente reversión de las sanciones impuestas por EE.UU.

No obstante, teniendo lugar dicho proceso, no existen garantías de que el conjunto de sanciones impuestas sean levantadas en el corto plazo, concluye Torino Economics en su último informe referente a la situación de la producción petrolera venezolana.

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