La relación de Goldman Sachs y Venezuela viene de largo, y Hugo Chávez no dudó en trabajar con uno de los símbolos de Wall Street desde el inicio de su mandato en 1999. Sin embargo, la compra de unos bonos de la petrolera estatal PDVSA que estaban en manos del Banco Central de Venezuela ha hecho saltar la polémica, con una oposición al presidente Nicolás Maduro que critica al mismo tiempo el ‘salvavidas‘ que le supone al gobierno y el alto precio que el banco va a cobrar a un país en plena crisis económica.
El diario The Wall Street Journal avanzó el domingo la noticia: la gestora de activos de Goldman Sachs pagó 865 millones de dólares por unos bonos emitidos por PDVSA en 2014 con un valor nominal de 2.800 millones y vencimiento en 2022. Es decir, un descuento del 69% (pagó 31 centavos por dólar como se dice en la jerga financiera) sobre la deuda venezolana con el mismo vencimiento.
Estos bonos estaban en posesión del ente emisor, y todo indica que la operación fue una maniobra del gobierno de Maduro para obtener financiación en un momento de falta de liquidez muy grave.
Fuentes oficiales del gobierno reconocieron al diario financiero estadounidense que “había necesidad de divisas” y confirmaron una transacción tras la que el Banco Central reconoció un incremento de sus reservas extranjeras de 442 millones de dólares, hasta los 10.800 millones. De este modo, lograban remontar desde los mínimos de 2002 y dan un respiro a un gobierno que ha tenido que tirar de estos ‘ahorros’ para mantener el país en marcha.
Amenazas de la oposición
Sin embargo, nada más conocerse la operación, la polémica saltó. La oposición venezolana no dudó en acusar a Goldman Sachs de aprovecharse de la situación del país para obtener un rendimiento financiero que podría alcanzar hasta el 40% anual, según algunos cálculos.
La reacción en parte era de esperar, ya que el mes pasado legisladores contrarios a Maduro pidieron a la grandes firmas de Wall Street, incluido Goldman Sachs, que no ayudaran al Gobierno de su país a monetizar sus reservas de oro, valoradas en 7.700 millones de dólares.
El presidente de la Asamblea Nacional, Julio Borges, envió una carta de respuesta al propio consejero delegado de Goldman, Lloyd Blankfein, en el que se declaraba “preocupado y airado” por la operación de compra de bonos. Para el político, “la operación otorga una línea de salvación al gobierno autoritario de Maduro. Su decisión de ayudar al régimen supone una violación del Código de Conducta y la Declaración de Derechos Humanos de Goldman Sachs”.
Las protestas también se tornaron en amenazas. Borges acusó a la empresa de “sacarse unos dólares fáciles a costa del sufrimiento del pueblo venezolano”, que “no olvidará” a quién decidió apoyar la financiera en medio de la grave crisis política y social que vive el país.
“Goldman se está poniendo en el lado equivocado de la historia. No es una mala decisión solo desde el punto de vista ético, sino desde una perspectiva de negocio”, añadió el legislador de la oposición Ángel Alvarado, miembro del comité de finanzas del legislativo venezolano, que avisó que si hay un cambio de Gobierno dejarán de trabajar con el banco estadounidense. De hecho, hoy ya se han convocado manifestaciones frente a la sede de Goldman Sachs en Nueva York.
La defensa de Goldman Sachs
El banco estadounidense se ha defendido asegurando que no compraron directamente al gobierno venezolano (el WSJ asegura que la operación se realizó a través del bróker londinense Dinosaur Group). La oposición, por su parte, contraatacó asegurando que el banco no se podía escudar en que había comprado la deuda en el mercado secundario, ya que debería saber que estaba financiando indirectamente al Estado venezolano.
“Reconocemos que la situación es compleja y cambiante y que Venezuela está en crisis. Estamos de acuerdo en que la vida tiene que mejorar, y hemos hecho esta inversión en parte porque creemos que lo va a hacer”, aseguró en un comunicado.
La realidad es que muchas firmas de inversión siguen invirtiendo habitualmente en deuda venezolana, en parte atraídas por su gran rentabilidad y en parte porque suelen formar parte de los índices de referencia de Latinoamérica en los que invierten muchos fondos internacionales.
Con todo, Goldman Sachs habría estado elevando su exposición a activos venezolanos en los últimos meses apostando por la caída del gobierno de Maduro, lo que según sus cálculos podría duplicar el valor de la deuda venezolana en el mercado secundario. Pero no todo es rentabilidad, ya que a pesar de la inestabilidad del país, Venezuela siempre ha sido un buen pagador, por lo que la apuesta podría ser más segura de lo que parece a primera vista.
‘Los bonos del hambre’
Las apuestas por el default venezolano no paran de crecer (en el mercado de CDS, seguros contra el impago, las probabilidades de quiebra alcanzan el 95%) pero Maduro, al igual que su predecesor Chávez, siempre se han comprometido a pagar sus deudas. La razón es simple: un default podría desembocar en un litigio internacional que abriría la puerta a la confiscación de sus bienes por parte de los acreedores, incluidos los envíos de petróleo en los que se basa su economía.
El 96% de los dólares que recibe el país provienen de esta materia prima, cuyo desplome en los últimos años está detrás de los problemas económicos y de liquidez del país. Pero además hay que tener en cuenta que solo EEUU paga el petróleo en efectivo, lo que está provocando una escasez crónica de divisas en un país que es altamente importador. De ahí que las importaciones se hayan hundido un 50% en enero, provocando problemas de suministro.
La firma de inversión japonesa Nomura estima que Venezuela dedicará 10.000 millones de dólares a pagar su deuda externa, prácticamente lo mismo de lo que dedicará a todas las importaciones no petrolíferas, incluyendo medicinas y alimentos. De ahí que algunos economistas hayan calificado los títulos del país como ‘los bonos del hambre’ y que el gobierno busque desesperadamente cualquier forma de financiarse, como esta última operación de venta de bonos a Goldman Sachs, antes de impagar su deuda.
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