sábado, 29 de octubre de 2016

Sobrevivir y tener éxito en la economía de lo humano

Hace quince años, cuando 40 empresas conformaron el Pacto Global en las Naciones Unidas, establecieron los principios para un mundo más inclusivo y sustentable. Kofi Annan, entonces Secretario General de la ONU, convocó a un “pacto global de valores y principios que le darán una cara humana al mercado global”.

Hace algunos meses, al dirigirme a los miembros de la asamblea del Pacto Global, hice ver a los líderes de negocios cómo esa “cara humana” del mercado es más necesaria que nunca. La expansión de la tecnología ha hecho posible que podamos alcanzar a un número inimaginable de personas. Por lo mismo, esto requiere que pensemos cómo podemos afectar a toda esa gente con la que entramos en contacto.

En nuestros días, un verdulero con sus amigos y sus celulares pueden hacer estallar una revolución que hace caer a dictadores en toda una región. Una broma en Twitter puede causar que el mercado pierda US$135 billones en minutos. Es claro que necesitamos repensar cómo está operando el mundo. Nuestros marcos antiguos, sólidos y conocidos han perdido estabilidad. La sociedad y los negocios se han fusionado y ya no es posible separarlos. El mundo se ha hecho irreversiblemente interdependiente. Hoy, muy pocos pueden afectar a muchos, muy lejos. Hoy subimos y caemos juntos. La posición de los líderes, especialmente aquéllos que se basan en sus títulos y formas anticuadas de pensar, es muy volátil. Es nuestra responsabilidad reconocer que el mundo ha cambiado y que opera de forma diferente. 

En términos económicos hemos pasado de la Economía Industrial, en que se contrataban manos, a la Economía del Conocimiento, en que contratábamos cerebros, a lo que hoy podemos denominar la Economía de lo Humano, en que contratamos corazones.

En esta nueva era económica en que los negocios son personales, ¿cómo podemos crear una nueva narrativa y compartir una visión de mundo que nos permita adaptarnos y tener éxito?

¿Cómo podemos construir una nueva forma de liderazgo para una Economía de lo Humano?

Reconozcamos las nuevas fuentes de poder

En la revolución industrial, las empresas contrataban por fuerza y destreza física. En la Economía del Conocimiento seleccionábamos empleados por su inteligencia y conocimiento de información especializada. Hoy, cuando los expertos predicen que la tecnología amenaza a más del 47% de los puestos de trabajo en los EE.UU., las denominadas habilidades blandas se vuelven más esenciales. No viene una guerra entre los hombres y las máquinas. Las máquinas ya ganaron. En lugar de competir con ellas o intentar mantener una supremacía en habilidades como el análisis cuantitativo, debemos complementarlas. Existen habilidades que son exclusivas de los humanos, como las de colaborar, comunicar y perseverar. En nuestros días, tu gente y su comportamiento constituyen tu estrategia. No es suficiente con otorgarle a los negocios una cara humana, la humanidad debe permear hasta la esencia de los negocios.

Escalemos el tipo correcto de libertad

La Economía del Conocimiento sirvió para crear “libertad de”. Empresas como Alibaba y Amazon nos dieron libertad de las tiendas. Servicios como Uber y Lyft nos dieron libertad de la industria de taxis. El problema es que, tal cual sucede con un dictador depuesto, nada se construye automáticamente en el espacio que éste deja. Lo que es peor, existe el riesgo de que se convierta nuevamente en el sistema que se intentó dejar atrás. Cuando todo lo que tienes es “libertad de”, no cambias tu forma de pensar. Y cuando no has cambiado tu forma de pensar puedes terminar reconstruyendo lo único que conoces. El desafío de la Economía de lo Humano es desarrollar las mentalidades necesarias para crear el tipo correcto de libertad. La libertad, entendida correctamente, constituye la base sobre la que construimos y escalamos todo lo demás.

Para tener éxito en la Economía de lo Humano, las empresas deben otorgar a sus empleados la “libertad para” alcanzar su máximo potencial y contribuir a un esfuerzo colectivo que les otorgue un propósito con sentido.

Confiemos en valores, no en reglas

Las reglas crean un techo y, tal como dice el dicho, fueron “hechas para romperse”. Los valores van más allá, no amenazan con una sanción cuando no son seguidos, ni ofrecen premios cuando lo son. Los valores operan a un nivel más profundo.

Pero es clave tener un ambiente en que se promueva y propague la confianza. La confianza es una droga legal que eleva el desempeño. Cuanto te ofrezco mi confianza, se libera oxitocina en tu cerebro y químicamente estás inclinado a confiar en mí de vuelta. Si lo aplicamos a escala, la confianza es el pegamento que une a una empresa, ayudando a los empleados a sentirse lo suficientemente cómodos para tomar los riesgos necesarios. Sin riesgo, no puede haber innovación, y sin innovación, no puede haber progreso.

Cultivemos Autoridad Moral

Para generar un ambiente de confianza se requiere de un liderazgo particular, que va más allá de liderar con el ejemplo. Se requiere dar un paso atrás, tal como hizo Nelson Mandela como presidente de Sudáfrica. Lo que hizo grande a Mandela fue que no hizo que el nuevo capítulo en la historia de su país fuera sobre él. En lugar de enfocarse en su reclusión y liberación, Mandela otorgó confianza a su gente. Su lucha no había terminado, una nueva e integrada Sudáfrica era un objetivo por el que todos sus ciudadanos debían trabajar juntos.Mandela tenía autoridad moral, el tipo de liderazgo que no necesita demandar o imponer su reconocimiento. Al contrario de la autoridad formal, que busca el poder sobre la gente, la autoridad moral busca poder a través de la gente. Autoridad moral significa que la gente no te sigue porque debe hacerlo, sino porque quiere. Se conecta contigo profundamente, con tus objetivos y quiere ser parte de tu éxito.

Aprendamos de los Millennials

Esto se trata de una tendencia global. A los 15 años, Sarah Kavanagh, convenció a Pepsi y Coca-Cola de que dejen de utilizar aceite vegetal bromado en sus bebidas deportivas. A la misma edad, Julia Bluhm, logró que la revista Seventeen prohibiera imágenes de mujeres con Photoshop. Para conseguirlo, ellas no compraron acciones de la empresa ni amenazaron con boicots. Simplemente centralizaron peticiones y le hicieron ver a dichas empresas lo que pensaban sus consumidores. Y todas esas personas no se unieron debido a que Julia o Sarah fueron particularmente elocuentes, coercitivas o sean adineradas. Se motivaron a actuar por una profunda conexión con una misión: mejorar el mundo demandando mejores prácticas.    

La generación de millennials entiende la forma en que este nuevo mundo funciona. Y no están esperando a que el resto de nosotros nos pongamos al día, sino que ya utilizan este nuevo estilo de liderazgo. Los líderes de empresas debemos mirar sus ejemplos con esperanza. Esta generación, que en 5 años más llegará a cerca del 70% de la fuerza de trabajo, cree que un mundo más justo y humano es posible. Salvo que queramos quedarnos atrás, debemos tomar el desafío y aprender de ellos.      

Avancemos hacia un propósito superior

Por cierto que habrán altos y bajos. Como en toda transición a un nuevo modelo, esta travesía humana tendrá obstáculos en el camino. Pero eso es normal. Por demasiado tiempo, muchos han tratado de apartarse de la realidad, enfocándose sólo en utilidades y valores accionarios como único objetivo. 

Mientras todo lo demás en la vida tiene altos y bajos, en el Siglo XX la empresa sólo podía ir hacia arriba, por lo que la meta era sólo crecer y alcanzar mayores utilidades. El adaptarse a la Economía de lo Humano implica reconocer la realidad y entender que esta forma anticuada de pensar es insostenible. Debemos mirar siempre hacia nuestro propósito superior, en lugar de sólo los ingresos trimestrales. Esto otorga la capacidad de avanzar incluso cuando el camino se torna pedregoso. Los verdaderos líderes entienden esto y no le temen a los desvíos de la travesía, pues continúan avanzando, inspirando a otros a sumarse. 



Fuente: http://ift.tt/2fqkNwW

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