Preocupa que en Venezuela la coyuntura y el poco rigor en el análisis nos ocupe la existencia, imposibilitándonos ver el “bosque», de donde venimos y hacia dónde nos dirigimos. Asomar que un Black Friday en Venezuela es señal de normalización o recuperación económica parece más una matriz de opinión emanada de laboratorios en favor del status quo, que una legítima reflexión u opinión “desinteresada”.
En mercados oligopólicos, con productos diferenciados y reconocimiento de marcas, los oferentes pueden diseñar estrategias comerciales de Pricing que podrían encontrarse basadas en el valor de sus productos y su posicionamiento de marca, más allá de los referentes de costos.
Las estrategias de discriminación intertemporal de precios constituyen un tipo de este tipo de estrategias y acciones comerciales que se despliega con la intención de aumentar las ventas y eventualmente capturar ciertas rentas por parte de los oferentes. Adicionalmente, podría constituir una forma de amortizar costos comunes y conjuntos de forma diferenciada entre grupos de clientes con disponibilidades de pago disímiles entre sí, estrategia que se encontraría negada bajo un escenario de esquemas de precios únicos.
Sin embargo, dichas estrategias para resultar efectivas requieren: primero la existencia de grupos de consumidores diferenciados en términos de su disponibilidad de pago, bien por su diferencia en niveles de ingresos o alternativamente por diferencia en sus disponibilidades de pago a lo largo del tiempo vista como la valoración extra que algunos consumidores otorgan a tener acceso en primicia de cierto tipo de productos -si bien entra esta última estrategia de Pricing dentro del concepto de discriminación intertemporal de precios, este tipo conocido como pre-sale se diferencian “cualitativamente” de los saldos-.
Segundo, las empresas deben tratar de subsanar, a través de un diseño correcto de la estrategia de saldos o sale, el problema que representa la denominada conjetura de Coase, la cual consiste en que una empresa que se enfrenta a una demanda con pendiente negativa y siendo su producto duradero, tendrá incentivos para una vez descremado el mercado por medio de un precio dirigido a consumidores con disponibilidades de pago alto quiera posteriormente reducir el precio siempre por encima del costo marginal o incremental con la intención de aumentar sus ventas y ganancias. Sin embargo, los consumidores pudiendo anticiparse a estos esquemas de incentivos esperarán los saldos finales a un precio cercano a los costos marginales o variables. Y tercero, siempre y cuando resulte difícil el arbitraje.
Lo anterior exige distanciar lo suficiente la fecha de saldos y eventualmente moderar los porcentajes de saldos, dependiendo de la caracterización idiosincrática de cada mercado (Ver: Jean Tirole: The Theory of Industrial Organization. The MIT Press, 1988).
En este orden de ideas, la instrumentalización de una estrategia de saldos no tiene por qué representar mejora alguna de la economía. Una recuperación económica requiere tendencia a lo largo del tiempo y debe encontrarse fundada en hechos reales, no en un eventual impulso puntual de compras producto de una estrategia de saldos.
De hecho, que dichas estrategias de saldos encuentren acogida en el público pudiera implicar que justamente la demanda se encuentra tan deprimida y los consumidores bastante homogéneos con reducida disponibilidad y capacidad de pago por sus reducidos niveles de ingresos, que sólo pudieran “permitirse” comprar en dicha “ventana” temporal y de nivel de precios que las estrategias de saldos les ofrece.
Por otra parte, una estrategia de discriminación intertemporal de precios pudiera revelar que el número de consumidores “habituales” fuera de la temporada de saldos es tan baja que una estrategia de precios separadora entre grupos con alta disponibilidad de pago adquiriendo productos a altos precios (bajo el escenario de precios únicos) y quedando fuera de mercado los grupos con disponibilidad de pago bajo no permitiría recuperar los costos medios totales.
Lo anterior quiere decir que posiblemente lo que se evidencia es una sociedad con un poder de compra devastado donde resulta impensable descremar mercados únicamente en nichos con alta disponibilidad de pago -eventualmente para cierto tipo de productos-.
Al margen de la explicación formal anterior, cómo podría siquiera pretender asomarse una recuperación económica en un país donde sus ciudadanos se encuentran incluso en un proceso de desconexión forzada de los servicios públicos de red por su colapso y una contracción del PIB de forma acumulada e ininterrumpida que superaría el 75%.
Adicional y finalmente, aún cuando nadie pudiera negar el reducido nivel de acceso por parte de los ciudadanos en Venezuela a bienes y servicios básicos de consumo, resulta alarmante que poco se trate y discuta la pobre provisión de institucionalidad como “bien público” en Venezuela. Sin instituciones, comprendiendo su importancia, no sólo no habrá recuperación económica, no habrá país. Dicha comprensión permitiría a la sociedad venezolana reconocer la necesidad de un cambio de modelo económico, de país y de Gobierno.
Enrique González, economista UCV
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