La banca es una pieza fundamental de la economía de cualquier país. El ahorro y los préstamos son su razón de ser y sobre esas dos actividades se construye un gran andamiaje que hace mover el complejo engranaje de relaciones entre individuos y empresas. En Venezuela desde hace algún tiempo, guardar dinero en los bancos perdió sentido por la dinámica inflacionaria y ahora los créditos también están perdiendo empuje en medio de la política gubernamental de encaje legal.
Las cifras más recientes disponibles muestran esta realidad. Las cuentas de ahorro y plazos fijos representan solo 4,9% del total de las captaciones. En una economía hiperinflacionaria guardar dinero en el banco (cuyas tasas de interés reales son negativas) carece de todo sentido, lo que hace que estas entidades se conviertan en un facilitador de las transacciones.
El sistema financiero venezolano encadenó en febrero dos meses en los cuales los ingresos provenientes de comisiones y servicios son superiores a los de la cartera de crédito, una tendencia que de mantenerse, hace que el negocio y el rol de los bancos dentro de la economía nacional sufra una mutación de consecuencias graves para el país.
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