Las monedas modernas basan su existencia en la credibilidad de quienes las poseen. El banco central determina la cantidad de moneda que se emite pero es el público quien decide al final cuánto de ese dinero él está dispuesto a mantener. Cuando se percibe que el gobierno y el banco central están generando inflación o devaluando consecutivamente la moneda, el público intenta escapar de la devaluación y la inflación comprando bienes o moneda extranjera, con lo cual se precipita la falta de confianza y la inflación se acelera. Eso es lo que sucede actualmente en Venezuela debido a que los ciudadanos han aprendido que el enemigo número uno de su patrimonio es la inflación y que para evitar su efecto destructivo, en lugar de mantener los bolívares, tienden a deshacerse de ellos adquiriendo bienes o servicios que pronto van a aumentar de precios o comprando dólares o euros. Eso no es fenómeno venezolano si no una experiencia universal pero que algunos en este país no lo quieran ver, ese otro asunto.
El bolívar ha sido destruido por la inflación. Según los datos de la Asamblea Nacional, la inflación hasta julio de 2017 acumula un aumento de 249,0%, la mayor del mundo. El consenso entre los analistas es que al ritmo que lleva la inflación cerrará este año en aproximadamente 1.000%. Ese aumento de los precios está provocando que los saldos de efectivo sean insuficientes para financiar las transacciones de la economía. Por tanto, el efectivo escasea y como consecuencia de ello los que necesitan billetes para sus actividades comerciales o de otro tipo se ven impedidos de poder realizarlas. De esta manera, un billete de Bs 20.000 emitido en enero de 2017, en julio tenía un valor de Bs.5.700, lo que equivale a decir que ha perdido en siete meses más del 70,0% de su valor. En términos prácticos, con el billete de mayor denominación en Venezuela se puede comprar un kilo de arroz. Ello da una idea del efecto destructivo de la inflación y obviamente sobre los salarios, las pensiones y jubilaciones.
Otro elemento aparte de la inflación que explica la insuficiencia del efectivo es la manera torpe en que implementó el nuevo cono monetario. El 12 de diciembre de 2016, en una cadena de radio y TV se anunció que en cuarenta y ocho horas comenzaba a dejar de circular el billete de Bs 100, entonces el de mayor valor. Ello generó pánico, colas, saqueos, personas fallecidas. En ese momento explicamos al país que se debía dejar ese billete hasta que arribaran las nuevas piezas para que no se creara un vacío en las transacciones. Como los billetes nuevos no se habían mandado a elaborar oportunamente, su distribución ha sido tardía e insuficiente y por ello no hay billetes en las cantidades requeridas. Ha habido una ineptitud total en la implantación de la nueva familia de billetes y también una falta de comprensión de la inflación como hecho económico. La ceguera ideológica no deja ver el problema. Las autoridades del BCV, para financiar el déficit de PDVSA y el del gobierno, han recurrido al peor de los instrumentos, la creación de dinero de la nada y eso es lo que explica la inflación y la destrucción del bolívar.
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