Un presidente hablaba suavemente, el otro vocifera. Uno construía coaliciones internacionales, el otro las derriba. Uno fue un héroe de guerra, el otro evitó combatir. Uno se llamaba George H.W. Bush y el otro, Donald Trump, es el actual presidente de Estados Unidos.
Trump fue uno de los primeros líderes mundiales en manifestar su pesar por la muerte del cuadragésimo primer presidente de Estados Unidos, que murió el viernes en Houston a los 94 años.
Pero sus declaraciones mostraron un innegable -e incómodo- contraste entre el hombre que es recordado y el que rememora.
“Esperanza”, “humilde”, “tranquilo”, “inspirado”. Palabras como estas están en los párrafos enviados desde Buenos Aires, donde Trump asiste a la cumbre de líderes del G20.
Son términos que suenan extraños en el brutal escenario político de Washington de estos días, más aún en la Casa Blanca.
Bush hablaba suavemente, respetaba la etiqueta y era diplomático.
Trump es competitivo, y se presenta a sí mismo como un hacedor de acuerdos que dependen -desde sus comienzos en el sector inmobiliario en Nueva York hasta la guerra comercial con China-, de llevar la situación al límite y frecuentemente, de insultos calculados.
Mientras Bush, un experimentado diplomático, se hizo famoso por crear una alianza para expulsar a Irak de Kuwait en 1991, Trump abiertamente desprecia el multilateralismo.
El presidente 45 nunca compartirá las formas caballerosas del 41, ejemplificadas por la carta manuscrita que dejó a su rival y presidente electo Bill Clinton el día de su asunción en 1993, en la que le desea “gran felicidad”.
Las formas de Bush padre despertaron la nostalgia de algunos en Washington.
“Hoy la fanfarronada y los insultos son vistos como liderazgo fuerte mientras la humildad y la dignidad son vistas como debilidad”, dijo en Twitter el senador republicano por Florida Marco Rubio, un hombre que sintió toda la fuerza del instinto competitivo de Trump cuando le derrotó en la carrera por la nominación presidencial republicana en 2016.
“La muerte de nuestro 41º presidente nos recuerda como se ve el verdadero liderazgo”, escribió Rubio.
– Amable y caballeroso –
Los detalles biográficos de Bush contrastan por sí mismos con los de Trump.
Fue condecorado como piloto de la aviación naval estadounidense en la Segunda Guerra Mundial, y escapó de la muerte con apenas 20 años.
No solo trabajó desde la Presidencia, también fue director de la CIA, embajador ante las Naciones Unidas y vicepresidente del popular Ronald Reagan. Cuando ganó las elecciones, exhibía un currículum que le mostraba calificado para el puesto desde el que le tocó el final de la guerra fría.
Trump tiene un colorido pasado en el mundo de los negocios en Manhattan. Su elección en 2016 le exigió superar a la clase dirigente republicana y a una difícil rival que aparecía como favorita en el campo demócrata, Hillary Clinton.
Mientras Bush fue a la guerra, el joven Trump obtuvo al menos cinco aplazamientos para evitar ser seleccionado para ir al conflicto que marcó a su generación: Vietnam.
Mientras Bush demostró su devoción por las tradiciones estadounidenses y las instituciones, Trump se autoasignó la misión de cambiarlas.
Mientras Bush era famoso por su amabilidad al hablar, Trump se muestra como un duro.
“Cara de caballo”, “debilucho”, “sucio”, “perdedor” son solo algunos de los insultos que lanzó, como presidente, a quienes se cruzaron en su camino.
El líder demócrata en el Senado, Chuck Summer, a quien Trump llama “el llorón Chuck”, dijo que la habilidad de Bush de hablar a sus oponentes es lo que realmente echa en falta.
“Su deseo de (hacer de Estados Unidos) una nación más amable y gentil parece más necesario hoy que cuando lo expresó por primera vez”, lanzó Schumer.
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