El papa Francisco calificó el domingo de «crimen» el uso de la energía atómica con fines militares y denunció la lógica de la disuasión nuclear, durante sus visitas a Nagasaki e Hiroshima, dos ciudades japonesas víctimas de la bomba atómica.
«El uso de la energía atómica con fines de guerra es hoy más que nunca un crimen, no sólo contra el hombre y su dignidad, sino contra toda posibilidad de futuro en nuestra casa común», declaró Francisco en un discurso pronunciado en el Memorial de la Paz de Hiroshima, cerca del lugar donde fue lanzada la bomba estadounidense el 6 de agosto de 1945.
Ese uso es «inmoral», abundó el papa. «Y es también inmoral la posesión de armas atómicas», agregó.
El pontífice había estado antes en Nagasaki, una ciudad que quedó devastada por una segunda bomba A, tres días después de Hiroshima. En esta localidad de la isla Kyushu, en la que murieron al menos 74.000 personas, Francisco rechazó la doctrina según la cual poseer un arma nuclear para disuadir ataques es un medio para garantizar la paz.
Se trata de una «falsa seguridad» que empaña las relaciones entre los pueblos, dijo.
«Una paz desarmada»
«La verdadera paz sólo puede ser una paz desarmada», insistió en su discurso en Hiroshima, donde perdieron la vida al menos 140.000 personas en el momento del ataque y en los meses siguientes.
El horror de la guerra y las armas, un grito recurrente del religioso argentino Jorge Bergoglio, es una continuación de la posición de papas precedentes.
Pero este claro rechazo de la teoría de la disuasión nuclear es una ruptura con el pasado. Ante las Naciones Unidas en 1982 Juan Pablo II llegó a definir la disuasión nuclear como un mal necesario «en las condiciones actuales».
La Santa Sede ratificó el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares en 2017. Pero hace dos años, en un simposio en el Vaticano, Francisco ya había condenado la «posesión» de armas nucleares y la «amenaza de su uso», ya que para él las relaciones internacionales no pueden estar dominadas por la intimidación militar.
El papa también criticó la industria militar. «En el mundo de hoy, en el que millones de niños y familias viven en condiciones infrahumanas, el dinero que se gasta y las fortunas que se ganan en la fabricación, modernización, mantenimiento y venta de armas, cada vez más destructivas, son un atentado continuo que clama al cielo», criticó.
«La fuerza y la dignidad»
El papa argentino se entrevistó con sobrevivientes de la bomba, conocidos como «hibakusha» en Japón, y mencionó «la fuerza y la dignidad» de aquellos que soportaron en sus cuerpos «los sufrimientos más agudos» y «en sus mentes, los gérmenes de la muerte».
«Mi madre y mi hermana mayor murieron carbonizadas», declaró a la prensa Sakue Shimohira, de 85 años, sobreviviente de Nagasaki, que entregó al papa flores blancas ante el principal monumento del parque la paz, lugar central del impacto de la bomba.
«Aunque uno sobreviva ya no puede vivir ni morir como un ser humano. Es el horror de las armas nucleares», agregó esta mujer.
En Hiroshima, muchos supervivientes subieron al podio. Francisco los saludó uno a uno y abrazó a una mujer que lloraba.
«Este país conoció como pocos el nivel de destrucción del cual es capaz el ser humano», dijo Francisco en la homilía de la misa al aire libre celebrada ante 35.000 fieles en un estadio de béisbol de Nagasaki.
Japón, dotado de una Constitución pacifista, también se comprometió en 1967 a «no producir, mantener o introducir en su territorio armas nucleares».
Aún así, el país depende del llamado paraguas nuclear de Estados Unidos para su seguridad.
Fuente de inspiración
Franciso pronunció otro discurso en Nagasaki en homenaje a los mártires católicos japoneses de los siglos XVI y XVII, a los que consideró «una profunda fuente de inspiración» para él mismo durante su juventud.
También mencionó la necesidad de garantizar la libertad religiosa para todos.
El líder espiritual de 1.300 millones de católicos, quien antes de llegar a Japón realizó una visita a Tailandia, está convencido de la importancia de apoyar a los minoritarios católicos en los dos países, donde representan menos del 0,6% de la población de ambas naciones.
Apenas 440.000 japoneses son católicos, de una población total de 126 millones de habitantes.
Francisco, que partió hacia Tokio la noche del domingo, se reunirá el lunes en la capital con sobrevivientes y familiares de las víctimas de un terremoto de magnitud 9 y un tsunami en el noreste de Japón, que mató a unas 18.500 personas el 11 de marzo de 2011.
Ese desastre fue seguido por un accidente en la central nuclear de Fukushima.
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