El monopolio de la estatal brasileña Petrobras en el mercado de gas tiene los días contados. Esa es la intención del Gobierno de Jair Bolsonaro, decidido a abrir de par en par las puertas del sector al capital privado con la idea de atraer cerca de 9.000 millones de dólares en inversiones hasta 2032.
Aunque el gigante sudamericano está lejos todavía de los grandes productores de gas mundiales, el Ejecutivo de Bolsonaro considera que el sector tiene margen de crecimiento en zonas de explotación como la del presal, descubierta por Brasil en aguas muy profundas del océano Atlántico.
El mandatario ultraderechista y su ministro de Economía, el liberal Paulo Guedes, siguen de este modo firmes en su estrategia de reducir el tamaño del Estado lo máximo posible como receta para impulsar la anémica economía del país.
Primero abrieron los cielos para que aerolíneas con capital extranjero pudieran operar vuelos domésticos en el país y esta semana han creado una comisión interministerial y lanzado un programa («Nuevo Mercado de Gas») para estudiar fórmulas que permitan la liberalización completa de la actividad.
Los objetivos: promover la competencia, unificar las regulaciones entre las distintas esferas del poder y derribar las barreras tributarias. En definitiva, romper el monopolio de la estatal Petrobras en un país tradicionalmente proteccionista.
«Vamos a tener más actores participando en la exploración, en la producción, en el transporte, y eso, con certeza, traerá beneficios a la sociedad y reducción de precios», dijo el ministro de Minas y Energía de Brasil, Bento Albuquerque.
De acuerdo con la Agencia Nacional del Petróleo, Gas Natural y Biocombustibles, en 2018 Brasil produjo 40.800 millones de metros cúbicos de gas natural, lo que arroja una media de 111 millones de metros cúbicos al día, con una previsión alcista para los próximos años.
En mayo pasado, la producción fue un 5,4 % superior a la del mismo mes de 2018 y un 4,4 % mayor que la de abril de este año.
La gran parte del pastel está en manos de Petrobras, ya que la mayor empresa de Brasil y una de las principales del mundo en el sector, que está controlada por el Estado, pero con acciones negociadas en Madrid, Sao Paulo y Nueva York, es responsable del 77 % de la producción nacional.
Además, opera casi el 100 % de las infraestructuras y controla las importaciones del producto y toda su red de transporte.
Asimismo, tiene participación accionarial en una veintena de las cerca de 30 distribuidoras de gas natural que hay en el país.
Es dueño y señor, aunque el papel diga lo contrario. Diferentes leyes en 1995, 1997 y 2009 buscaron acabar con su poder en el mercado de hidrocarburos, algo que nunca se llegó a materializar y que ahora se pretende llevar a cabo.
¿Cómo? La receta más factible, en un primer término, es la venta de activos o al menos ofrecer su uso a otras empresas, según el profesor Rafael Schiozer, del centro de estudios económicos de la Fundación Getulio Vargas (FGV).
«Petrobras tiene todas las instalaciones, los gasoductos de transporte y el principal punto es obligar a ofrecer esa infraestructura para otras empresas que quieran usarla», comenta a Efe el especialista.
«Es un monopolio, el problema es que Petrobras tiene el dominio del transporte y acababa siendo la única ofertante de gas en el país», apunta la abogada Mariana Amim, miembro del Instituto Brasileño de Estudios de Derecho de Energía.
No obstante, las intenciones del Gobierno no han sido bien acogidos por todos.
La Asociación Brasileña de Empresas Distribuidoras de Gas Canalizado (Abegás) expresó en una nota su «preocupación» con el proyecto y recordó que «buena parte de las premisas» incluidas son de competencia pública, según la Constitución.
Aun así, el Ejecutivo está dispuesto a seguir esa estrategia de privatización que también se está realizando en el mercado de petróleo.
El último ejemplo, la venta, el pasado martes, al capital privado de una de las filiales más importantes de Petrobras, BR Distribuidora, en el marco de su programa de desinversión para salir de la crisis en que se vio inmersa por los escándalos de corrupción.
Aunque con menos bagaje que en el mercado de crudo, Brasil podría alcanzar un nivel de actividad en el de gas y situarse entre los mayores productores mundiales.
Todos miran al presal, la zona de explotación descubierta en el sudeste de Brasil en aguas muy profundas del océano Atlántico por debajo de una capa de sal de dos kilómetros de espesor con enormes reservas de petróleo y gas.
«Ciertamente, Brasil va ser uno de los mayores productores de gas por causa del presal, eso es un hecho. Ahora, el Gobierno tiene que hacer alguna cosa para atraer a la industria», apunta Amim.
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