jueves, 27 de febrero de 2020

#YoTePregunto | Schmiedeler: «sin crédito usamos inventario para evitar descapitalizarnos»

2019 fue un año especialmente duro para la industria venezolana, y en particular para el sector alimentos. Con una fuerte caída del consumo y con acceso casi nulo al crédito, algunas empresas tuvieron que crear una dinámica financiera endemoniada que convirtió a parte de sus inventarios en capital de trabajo para comprar materias primas y empaques, además de cubrir los gastos operativos.

Este fue el caso de Alimentos Nina, una organización que, en 2020, cumple 56 años en el mercado. Su presidente Erik Schmiedeler señaló a Banca y Negocios que, a pesar de una contracción de la demanda que Conindustria cifró en 80%, esta compañía operó con un promedio de entre 25% y 30% de su capacidad instalada, por encima de la media del sector, gracias a su diversificación.

«No solo fabricamos productos para nuestra marca, sino que elaboramos productos para cadenas de comida rápida y materia prima para otras empresas, de manera cuando bajó la demanda de nuestra marca se pudo compensar con las ventas a cadenas de comida rápida o al segmento industrial», explica.

– ByN: Comencemos por el principio. ¿Cómo caracterizamos el 2019 para la industria de alimentos?

– Erik Schmiedeler (ES): El 2019 fue un año distinto a los anteriores. Por primera vez observamos productos en anaqueles, incluso en buenas cantidades, pero hubo pocos compradores. A diferencia de años anteriores, cuando la industria no se daba abasto para satisfacer las necesidades del mercado, y teníamos problemas para conseguir materia prima y material de empaque, en 2019 había materia prima, material de empaque y producto, pero lo que escaseó fueron compradores.

«En lo financiero, fue un año muy complejo. La banca apoyó poco o nada al sector privado, debido a la restricción del crédito generada por el encaje legal y, al final del año, el tema de los créditos indexados hizo el financiamiento muy cuesta arriba, sobre todo para las empresas que facturamos en bolívares. Con una inmensa volatilidad cambiaria fue imposible tener acceso a ese tipo de crédito. Eso nos obligó a buscar mecanismos alternos, a innovar, reiventarnos», apunta.

– ¿Cómo funcionó concretamente ese mecanismo de utilizar inventarios como capital de trabajo y qué riesgos implica?

– Diseñamos un plan para fabricar, vender, cobrar e inmediatamente reinvertir esa facturación para comprar materia prima, material de empaque y cubrir los gastos de la empresa. No fue nada sencillo, porque corríamos el riesgo de descapitalizar el negocio. Era muy importante mantener un mínimo de inventarios de materia prima y material de empaques, porque había que estar en capacidad de reponer los productos.

– Pero, eso luce como un sistema muy inestable, sobre todo en un momento de una demanda baja e impredecible…

– Trabajamos a partir de un presupuesto necesariamente flexible. La otra clave es que nos dedicamos a fabricar productos de alta rotación. No estamos en consumo masivo, y tenemos un portafolio amplio de 154 SKU (Stock Keeping Unit o productos). Desde hace dos años comenzamos una revisión prácticamente semanal de la rotación para focalizarnos en la alta rotación, lo cual nos garantiza mantener una relación ganar-ganar con nuestros clientes, sean distribuidores o canales de retail, en función de conseguir caja rápidamente. Basados en la planificación, tenemos que vender equis cantidad de cajas y ese dinero se usa rápidamente para reponer materia prima y empaque, así como cubrir los gastos.

– Competencia desleal –

Erik Schmiedeler, presidente de Alimentos Nina, considera, con las reservas del caso, que 2020 puede ser mejor que la primera parte del año precedente y parecerse más al último trimestre, donde hubo una «percepción» de relativa mejoría, en buena medida potenciada por una dolarización informal de la economía en la que, por cierto, su empresa no participó, y -según dice- buena parte de las empresas de alimentos, tampoco.

Un negocio muy regulado y supervisado, como la industria de alimentos, tiene más riesgos que el comercio al detal para salir del bolívar como medio de pago, y más aún si ese comercio es informal, aunque reconoce que este proceso de dolarización será muy difícil de evitar.

«Es probable que la dolarización sea masiva a nivel de comercio. Desde el año pasado, en el estado Zulia, por ejemplo, más de 80% de las transacciones se hacen en divisas -no solo dólares, también pesos colombianos y euros-; en el sur del país se hacen operaciones con reales brasileños y hasta con pepitas de oro, pero en la industria de alimentos fueron pocos los casos de facturación en dólares», enfatiza.

– ¿Por qué 2020 será distinto, por lo menos?

– 2020 es otro año cuando nos toca sobrevivir, no creo que el nivel de consumo vaya a variar mucho; es muy probable que se mantenga en los niveles de segundo semestre de 2019. Nosotros pensamos que debemos irnos preparando para el «Día D», y no estoy hablando de política, sino de un proceso de apertura que va a ser inevitable. Tampoco hablo del efecto bodegón -ya hay en Caracas más de 120-, sino de la presencia cada vez más común de productos importados.

Y precisa el reto: «a nosotros, como fabricantes nacionales, nos va a tocar competir, en condiciones desfavorables, porque se importan productos sin aranceles ni permisos, y si nosotros queremos importar materia prima, sí tenemos que pagar. Eso incide en los precios de nuestros productos, y la situación es más compleja, si se toma en cuenta la caída del consumo y la baja en la producción de las empresas que quedamos».

– ¿Cómo esperan superar esa desventaja?

– Estamos presionando a los gremios para que, a su vez, presionen al Ejecutivo Nacional para que se generen las condiciones, no digamos de protección, estamos pidiendo equidad en las condiciones. En Alimentos Nina, durante los primeros 20 días de diciembre tuvimos 255 eventos eléctricos en la planta, fueron subidas y bajones de voltaje, que inciden negativamente en el rendimiento de los equipos y generan daños, nos obligan a usar generadores y plantas que representan costos importantes, y si ves los productos que vienen de otros países, no tienen esas dificultades. Hay sectores muy impactados por los problemas para producir, tiene que venir un plan que nos brinde equidad, estabilidad y crecimiento.

Un punto clave es terminar con la restricción del crédito impuesta desde febrero de 2019; sin embargo, Schmiedeler apunta que uno de los bancos privados con los que Alimentos Nina trabaja históricamente, hizo una propuesta de financiamiento que, al momento de hacer esta entrevista, estaba en consideración.

– ¿Qué opinas del Petro? ¿Será un sustituto del bolívar?

– El año pasado obligaron a la banca a incluirlo en los estados de cuenta. Ahora es obligatorio en la contabilidad. Son muchas las especulaciones, pero está claro que van a seguir forzando su utilización. Hasta el momento no nos afecta, porque nosotros nos manejamos en bolívares. Sé que algunos de nuestros clientes estuvieron aceptando petros y vimos lo que ocurrió. Hubo comercios que se quedaron con esos petros, pero está abierta la posibilidad de que pueda sustituir al bolívar.

– Retener a la gente –

Desde el punto de vista gerencial, Alimentos Nina tuvo como prioridad evitar la inestabilidad en la nómina.

«2019 fue uno de los años cuando el gobierno hizo menos ajustes salariales y nosotros como sector privado tomamos un camino propio. Nosotros hicimos siete ajustes, cuando el gobierno hizo cuatro. Obviamente, cada empresa es una realidad diferente y tiene que revisar su modelo de negocio, su estructura de costos, tiene que cuidarse. Eso nos permitió mantener un ambiente muy estable en la empresa. Cerramos el año muy positivos y con buen ánimo. No paramos, porque tenemos productos que vienen del campo, siembras estratégicas de pepinillo, jalapeño y ají cayena, porque en estas líneas manejamos desde la calidad de semillas hasta el producto final».

Incluso, la empresa se atrevió a ampliar su portafolio con la introducción de tres nuevas salsas, una de ellas representa una innovación gastronómica relevante en el mercado, ya que es un producto realizado a partir de ají jalapeño rojo macerado, con una receta tailandesa que es muy popular en Estados Unidos y con una demanda muy elevada en restaurantes.



Fuente: https://ift.tt/2Vtt2fF

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