Durante gran parte de la última mitad del siglo 20, Venezuela fue un país con un liderazgo estable, democrático y una economía fuerte alimentada por el petróleo. Eso comenzó a cambiar en 1999, cuando el socialista Hugo Chavez tomó el poder, y tras los años transcurridos desde el ascenso de su sucesor elegido a dedo, Nicolás Maduro, en 2013, se ha visto un declive cada vez más acelerado hacia la violencia y la anarquía. A estas alturas, buena parte de la población ha considerado salir del país.
“Hemos encontrado venezolanos durmiendo en los carros”, dice Helene Villalonga, fundador de una asociación civil en Miami para apoyar a la mujer venezolana en el exterior. “Las personas que han estado llegando desde el año 2014, son profesionales. Todo el mundo es capaz de trabajar, de contribuir “.
Esa inestabilidad ha tenido una importante ventaja para los inversores en la deuda soberana de Venezuela, con bonos que ofrecen rendimientos muy altos y el mejor retorno de este año en los mercados emergentes gracias a una elevada prima de riesgo.
La cuestión
La pregunta es dónde está la línea entre el riesgo y la recompensa, duda que se hace insostenible debido a la amenaza de incumplimiento por parte de un Estado fallido. Un análisis con los instrumentos de medición de Bloomberg indica que el riesgo de cesación de pagos en el transcurso de un año es ahora de 92,7 por ciento, desde hace un año cuando se encontraba en un 50 por ciento. Se trata del nivel más alto visto observado a través de la medición de los datos desde 1997.
Incluso si el país fuera capaz de duplicar sus reservas y la contracción prevista de la economía mejorase, significaría que la probabilidad de incumplimiento a un año se reduciría a sólo alrededor del 68 por ciento, el análisis indica.
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