Después de nueve años de crisis, los indicadores económicos pasaron al verde en Grecia, a la que le llueven las felicitaciones de las mismas instituciones que antes la reprendían, pero los griegos no notan la mejoría.
“Fue un placer ver hoy en Davos al primer ministro (Alexis) Tsipras y lo felicité por los progresos” de su país, declaró el jueves Christine Lagarde, directora general del Fondo Monetario Internacional (FMI).
El tono de los acreedores de Grecia se ha suavizado considerablemente con respecto a enero de 2015, cuando Tsipras fue elegido con un programa electoral de izquierda radical, hostil a los dos planes de préstamos a cambio de reformas que el FMI y la Unión Europea (UE) impusieron al país desde 2010.
Más tarde se vio obligado a firmar un tercero, aún más duro, y, con una mayoría parlamentaria escasa pero fiel, fue encadenando las reformas, difíciles de digerir por su electorado.
Grecia espera poner fin a estos planes austeros en agosto.
La tercera “revisión” del actual programa para el pago a Grecia de 6.700 millones de euros de febrero a abril fue incluso “una de las más rápidas desde el comienzo de la saga de los planes de rescate”, destacan los economistas de Citi.
Para embolsar la totalidad de los fondos, el gobierno todavía deberá demostrar su eficacia en la aplicación del nuevo sistema de subasta por internet de los bienes de los griegos endeudados. Un sistema concebido para aliviar a los bancos de los créditos de dudoso cobro y poner fin a la irrupción de manifestantes en los lugares de venta.
Como consecuencia de estas medidas, el partido de izquierda radical Syriza de Tsipras aparece como perdedor frente a la Nueva Democracia (derecha conservadora) en las próximas elecciones previstas en 2019.
Pero hoy Grecia “ya no está en modo crisis”, dijo el lunes Klaus Regling, director general del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), después de una reunión de los ministros de Finanzas del Eurogrupo.
Y espera, por fin, entablar negociaciones sobre la reducción de su deuda (178% del PIB en 2017).
En 2017 registró su primer crecimiento real en nueve años, de aproximadamente el 1,3%, y los economistas predicen al menos un 2% para este año y los siguientes.
El desempleo, el más alto de Europa, se redujo hasta situarse en 20,5% en 2017, en comparación con el 27,9% en 2013, señala el S&P Global Ratings, que ha subido la nota del país a B con perspectiva positiva.
En julio, Grecia emitió bonos por 3.000 millones de euros con vencimiento a cinco años y el swap de noviembre fue todo un éxito. Es posible que haga un nuevo test en febrero, estiman los especialistas, antes de una vuelta obligada a los mercados en agosto.
Después del tsunami
Pero otros indicadores siguen siendo sombríos. El consumo del tercer trimestre de 2017 bajó un 1% interanual y las inversiones, un 8,5%.
Dimitris Bibas, economista de la Confederación de las pequeñas y medianas empresas (GSEVEE) reconoce “una ligera mejoría, al menos una estabilización”. “Pero hay todavía más del 35% de personas por debajo del umbral de pobreza”, que con frecuencia se ven obligadas a aceptar salarios inferiores a 500 euros.
La mitad de los griegos también vive de una jubilación, suya o de un pariente, y el 40% de los hogares evitan el médico por motivos financieros.
Como consecuencia de ello, siete de cada diez jóvenes de entre 18 y 35 años sueñan con irse al extranjero, según un estudio citado por Bibas. “Es mucho”, añade con un suspiro.
Este final de crisis “es como cuando el agua se retira después de un tsunami, nos enfrentamos a las consecuencias”. El economista aboga por una política de inversiones y una “flexibilización” presupuestaria.
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