Recientemente el Fondo Monetario Internacional publicó sus cifras sobre las proyecciones de la economía mundial correspondiente a 2018. Según esos datos Venezuela sufriría una inflación de 13.000% y una caída del PIB superior al 12% con lo cual los venezolanos experimentaríamos un deterioro aún mayor en nuestras condiciones de vida. Ello confirma el cuadro de hiperinflación que ya es conocido en Venezuela. La hiperinflación es provocada por el BCV mediante una política suicida de expansión monetaria que se ejecuta con el objeto de financiar el déficit del gobierno, ello provoca una depreciación del bolívar que repercute sobre los precios y de esta manera se gesta el proceso de alza sostenida de los precios.
La hiperinflación tiene efectos destructivos sobre la economía y la sociedad. En primer lugar, destruye el salario, la pensión y la jubilación. Segundo pulveriza el ahorro mantenido en los bancos y de esta manera los ahorristas ven mermado su patrimonio. El mes de enero comenzó con alzas de precios muy significativas originada en dos hechos, relacionados con un BCV que están destruyendo al bolívar, creación de dinero de la nada y al mismo tiempo la depreciación de la moneda en el mercado paralelo. Una vez que la hiperinflación se desata y sus efectos nocivos se diseminan por la economía obliga a las autoridades a adoptar medidas urgentes para detener el alza de los precios.
En el caso de Venezuela el gobierno luce de manos atadas y sin iniciativas para contener la inflación porque ha sido justamente el gobierno quien ha provocado este fenómeno. Por ello una tarea prioritaria de una fuerza política con vocación de cambio es delinear los puntos fundamentales para acabar con la hiperinflación y alcanzar la estabilidad económica, lo que implica detener los aumentos de precios y recuperar el poder adquisitivo de los salarios. Los lineamientos básicos de un plan para la estabilidad económica serían los siguientes. En primer lugar, eliminar el control de cambio y que el BCV estabilice la cotización del dólar en un nivel creíble que contribuya a disipar las expectativas de devaluación, con esta medida PDVSA recuperaría su flujo de caja y no tendría que recurrir al BCV para que imprima dinero. En segundo lugar, el BCV debe gozar de plena autonomía para el manejo y aplicación de una política monetaria contra la inflación y en tercer lugar, debe refinanciarse la deuda externa para aliviar los pagos en moneda extranjera para de esta forma mejorar la posición fiscal y aumentar las importaciones. La estabilidad económica ha sido esquiva en Venezuela durante muchos años, debido a la falta de disciplina fiscal. Es hora de retomarla antes de que sea tarde.
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