Desde 1980, la tendencia es que apenas dos compañías sobreviven entre las 10 más grandes del mundo; las más capitalizadas en bolsa una década después. En 1990, solo la tecnológica IBM y Exxon repetían entre los gigantes a nivel global respecto a 10 años atrás.
En el 2000, eran la japonesa NTT y de nuevo la petrolera estadounidense las que revalidaban su posición en este exclusivo club, del que habían desaparecido para siempre históricas como la propia IBM, como la teleco AT&T o la industrial Toyota. En el 2010, resistían únicamente Microsoft y otra vez Exxon.
Junto al grupo de Bill Gates y Apple, las dos que prosiguen en este momento, el mundo está dominado por los negocios en la Red, con las plataformas de comercio online Amazon y Alibaba, con Alphabet, la matriz de Google, o con Facebook y Tencent como los máximos exponentes. Dos financieras, el holding de Warren Buffett Berkshire Hathaway y el banco JP Morgan, y Saudi Aramco completan el top ten.
«La necesidad de adaptación a los nuevas realidades es una tendencia histórica en el mundo empresarial: los ganadores de hoy podrán no serlo mañana», reflexiona el equipo de analistas de Banca March.
Con la actual década contando sus últimos días, los cambios entre las 10 compañías más grandes del mundo de cara a 2030 dependen de la velocidad que la disrupción tecnológica imprima a la evolución de los negocios y de los temas que impregnan ya la sociedad, y que marcarán las relaciones productivas y humanas en los próximos años.
Por ejemplo, la amenaza de una nueva recesión, el cambio climático, el feminismo o el límite de la globalización, de la que precisamente es consecuencia que en este momento, entre los campeones del capitalismo, no haya ni rastro de empresas de Japón o Europa, habituales hasta ahora, ni de ningún otro pasaporte que no sean el de Estados Unidos y el de China, con la excepción de la petrolera estatal de Arabia Saudí.
En este contexto de fin de ciclo y de nuevas reivindicaciones sociales, el acelerón tecnológico es innegable. El avión necesitó 68 años para alcanzar 50 millones de usuarios. El automóvil, 62. El teléfono, 50. Las tarjetas de crédito y la televisión exigieron solo 28 y 22 años, respectivamente. Pero lo espeluznante es que a los móviles les fue suficiente 12, a Internet 7, a Facebook 3 años y a Pokémon Go, el videojuego de Nintendo, apenas un mes.
Ante esta velocidad en la transformación de la realidad económica, negar la evolución y el progreso parece absurdo, y ya son muchos los sectores que se están beneficiando de los temas que marcarán la próxima década. Destaca el comercio online, con Amazon y Alibaba como los principales disruptores. La mayor tienda del mundo, que ha obligado a seguir sus pasos a líderes como Inditex, es también uno de los actores mejor posicionados en el almacenamiento de datos en la nube, junto a Alphabet, la matriz de Google.
Las energías renovables, la electrificación de la movilidad, el envejecimiento de la población o la conquista de nuevos mercados, economías emergentes de Sudamérica, Asia y, sobre todo, África son segmentos de actividad que sumarán la mayor parte de ganadores del futuro, en el que pensar en el turismo espacial o en los nanosatélites será parte de la realidad y no de la ciencia ficción. Un terreno fértil para grandes grupos como Airbus o Boeing, pero también para compañías más pequeñas y osadas, seguramente asiáticas, y concretamente chinas, lo que sin duda es origen de la guerra comercial que actualmente enfrenta a las dos grandes potencias mundiales.
Mención especial merecen la robótica, la inteligencia artificial y la ciberseguridad. «No son conceptos nuevos y se han ido incorporando en distintas actividades durante décadas [logística, industria o transporte], pero la próxima generación podría ser aún más transformadora, poniendo en riesgo hasta el 50% de los empleos de cara a 2035», apunta BofAML.
Como en la mayoría de campos, «actualmente, Estados Unidos sigue siendo el líder tecnológico en desarrollos de la inteligencia artificial como el aprendizaje automático, el análisis semántico y la computación cognitiva, pero China se está poniendo al día, y esto debería también interesar a los inversores que quieran invertir en futuras tecnologías», observa Tobias Rommel, gestor del fondo de inversión DWS Invest Artificial Intelligence.
Por el contrario, las empresas o los mandatarios que miren para otro lado y no escuchen a los movimientos sociales que exigen igualdad y una respuesta ante la emergencia climática a la que se enfrenta el planeta o que no actúen ante la automatización de muchos procesos o para paliar las consecuencias de la inversión de la pirámide poblacional en los países desarrollados están condenados a menguar hasta extinguirse.
– Compañías amenazadas –
Esto implica que las empresas deben tener ambiciones más allá de los beneficios y que los gobiernos y las instituciones supranacionales están obligadas a endurecer la regulación en este sentido. «Es probable que los firmantes del Acuerdo de París renueven su compromiso contra el cambio climático en 2020», prevé la agencia de calificación de deuda Moody’s, que considera que «las nuevas políticas aumentarán los riesgos de transición para los sectores más expuestos al CO2».
El cambio de paradigma es indiscutible y amenaza directamente a compañías relacionados con el juego, el alcohol o el tabaco y, efectivamente, también exige la transformación de negocios que dependen de los combustibles fósiles, como la automoción o el transporte comercial, o a los que el cambio climático pone en riesgo, como las inmobiliarias, las hoteleras o las aseguradoras, «por su exposición a las catástrofes naturales», según continúa Moody’s, que además avisa del desafío que supone «la escasez de agua» para numerosos gobiernos.
Los ejemplos del impacto de este nuevo contexto se van acumulando: la industria del automóvil arrastra el dieselgate desde que estalló en el seno de uno de los mayores grupos del mundo, Volkswagen, en 2015; la del petróleo combate la oposición al fracking casi en cada rincón del planeta; y la agroquímica, con Monsanto como enemigo público número uno, amontona cientos de denuncias.
Un caso claro es el sector de las aerolíneas, «que se encuentra en entredicho por el impacto social y medioambiental que tienen los vuelos», incide Barclays, que recuerda que «en 2018, esta industria generó un 11% del total de las emisiones de gases de efecto invernadero procedentes de los transportes, lo que supone un 2,4% de las emisiones globales». Sin embargo, la firma de inversión británica aprecia «mejoras en torno a la eficiencia de los combustibles y los materiales».
– La inmortalidad –
«La inmortalidad puede ser el tema más interesante en la década de 2020», hiperbolizan los expertos de BoFAML, quienes explican que «la esperanza de vida está aumentando rápidamente gracias a las mejoras sanitarias y la tecnología», pero recalcan que «no se trata solo de vivir más tiempo, sino también de hacerlo con una mejor calidad». La clave según estos analistas está en «la medicina de precisión», la cual permitirá que «vivir saludablemente más allá de 100 años se vuelva más común en las próximas décadas». Las compañías relacionadas con el sector de la salud y con la biotecnología seguirán asumiendo un papel crucial en la sociedad y pueden albergar los mayores potenciales de crecimiento.
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