Los vientos proteccionistas que soplan en el mundo y que azotan a Latinoamérica desde el norte cuentan con un nuevo escudo, el de la Alianza del Pacífico, que se consolidó en su XII Cumbre como alternativa integradora que apunta con fuerza a Asia y Oceanía y despierta interés en todo el globo.
Desde su creación en 2011, los cuatro países que la integran, Chile, Colombia, México y Perú, son visita obligada de gobernantes de otras partes del mundo atraídos por su crecimiento económico individual y por su potencial comercial en conjunto.
El grupo, ya desde su nombre, apunta a una integración desde Latinoamérica hacia Asia y Oceanía que ha quedado claramente consolidada con la creación de la figura del Estado asociado.
Ese estatus está en un punto intermedio entre los socios fundadores y los observadores, que antes de la cumbre eran 52.
Como parte de su nueva función, esos países deberán celebrar y poner en vigor un acuerdo vinculante de altos estándares en materia económica y comercial con los cuatro países integrantes de la Alianza.
Los cuatro primeros países que comenzarán a negociar en septiembre para ocupar esa condición serán Australia, Nueva Zelanda, Canadá y Singapur, situados en tres esquinas del planeta con las que hasta hace unos años parecía imposible que un país latinoamericano tuviera ese nivel de asociación.
Nada más ser anunciados de manera oficial, comparecieron orgullosos de haber ingresado en un bloque hasta hoy estrictamente latinoamericano que se robustece notablemente con su presencia.
Además, la entrada de Canadá supone para los cuatro países, especialmente para México, dibujar un puente por encima del muro que construirá el presidente estadounidense, Donald Trump.
Para Canadá, por su parte, supone un acercamiento gigante a Latinoamérica pero desde una posición más horizontal y mucho menos vertical que la que tradicionalmente ha ejercido Estados Unidos.
Tanto Australia como Nueva Zelanda implican la consolidación del gran objetivo fundacional de la Alianza, acercarse con fuerza a la zona Asia-Pacífico.
De hecho, nada más concluir el anuncio, el ministro de Asuntos Exteriores de Nueva Zelanda, Gerry Brownlee, compareció ante los medios para recordar las fuertes relaciones que tiene su país -al igual que Australia- con el sudeste asiático.
Con base en esa relación, ofreció a Nueva Zelanda como puente para que Perú, México, Chile y Colombia lleguen hasta esa región del mundo con la que han tenido una relación escasa.
De algún modo, el peso que va adquiriendo el grupo comienza a ubicarlo como una alternativa al Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) del que se retiró Estados Unidos tras la llegada de Trump a la Casa Blanca.
Las miras siguen puestas en China, el gigante asiático que es uno de los países observadores y el gran objetivo comercial para cualquier país del mundo.
También hay muchos ojos puestos sobre Japón y Corea del Sur, dos países tradicionalmente aliados de Estados Unidos que, en caso de sentirse huérfanos de su tradicional apoyo en América con Trump, pueden escuchar los cantos de sirena que les llegan desde el mismo continente pero en español.
La mejor prueba del éxito del grupo es el número de observadores, que quedará en 51 tras la elevación de estatus para los cuatro Estados asociados y la entrada de Croacia, Eslovenia y Lituania.
Desde los Balcanes al Báltico, regiones que a priori nada tienen qué ver con el Pacífico, muestran el crecimiento de la Alianza en los cinco continentes.
El gran reto de la Alianza del Pacífico sigue en casa, ya que en Suramérica siguen sin generar una gran atracción y solo Argentina, Uruguay, Paraguay y Ecuador están afiliados.
Quedan por fuera Brasil, el gigante regional, así como Venezuela y Bolivia, estos dos últimos los países más impregnados por la denominada Revolución Bolivariana.
Sin embargo y para solventar ese problema ya han iniciado negociaciones con el Mercado Común del Sur (Mercosur), lo que generaría una cohesión mucho mayor.
Del otro lado, Centroamérica sí ha generado una mayor empatía hacia el bloque, tanto es así que Costa Rica y Panamá esperan para poder unirse al grupo pero de momento no han tenido una respuesta.
Sea como fuere, la Alianza del Pacífico ha probado que frente a los muros se pueden construir puentes.
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