jueves, 26 de diciembre de 2019

2020 | Autocratización, más conflicto y emigración pueden marcar escenario político

«Hoy luce lejana la posibilidad de una transición a la democracia en Venezuela. Por el contrario, ante la falta de acuerdos entre gobierno y oposición, el avance del proceso de autocratización y la posible exclusión de la oposición de los espacios institucionales de representación, a partir de la próxima elección parlamentaria, algunas organizaciones internacionales con experiencia en conflictos, al igual que el CEPyG-UCAB, comienzan a temer que se estén conformando las condiciones para escenarios que implicarían, por una parte, mayores niveles de emigración, y por la otra, una escalada de conflicto interno, incluso con niveles de violencia no vistos hasta ahora».

Así se resume el escenario más probable de evolución política del Centro de Estudios Políticos y de Gobierno de la Universidad Católica Andrés Bello (CEPyG-UCAB), dirigido por el profesor Benigno Alarcón, de cara al próximo 2020.

«Tal como habíamos proyectado, la estrategia del gobierno apostó a la estabilidad a través de su autocratización, lo que hoy sitúa a Venezuela al mismo nivel de Zimbabue en el ranking del Democracy Index de The Economist, lo que implica una suerte de africanización del caso venezolano, no solo en lo político, sino también en lo económico y social«, señala Alarcón, en su último editorial del año de la revista online Politika UCAB.

«Con respecto a los escenarios, se reconoce la certeza de una elección parlamentaria inevitable, al menos desde lo previsible, así como lo muy poco probable de una elección presidencial«.

En opinión de Alarcón, el gobierno chavista «apuesta a la celebración de elecciones parlamentarias bajo condiciones electorales suficientes para que éstas no sean eventualmente cuestionadas por la comunidad internacional, como sucedió con la presidencial de mayo de 2018, al tiempo de mantener las condiciones políticas capaces de inducir una abstención suficiente del lado de los electores de oposición, que haga que la oposición prefiera el boicot a la participación, y producir así  resultados electorales favorables que le devuelvan el control de la Asamblea Nacional, con la cooperación de ´una nueva oposición´ representada por sus interlocutores en la Mesa Nacional de Dialogo, lo que excluiría a la oposición política mayoritaria de los espacios institucionales de representación oficial, dejándoles solo la calle como campo de acción».

El director del CEPyG apunta que una gran dificultad para la oposición es cómo manejar la relación costo-beneficio de una eventual participación electoral en las parlamentarias, sin presidenciales a la vista, pues el propio discurso del liderazgo, representado en Juan Guaidó, ha fijado condiciones que en la práctica son difíciles de cumplir, como la que exige que Maduro no sea presidente, para participar.

Se entiende que el electorado potencial de la oposición no cree en soluciones electorales en un entorno tan adverso, por lo que la propuesta de Guaidó puede tener un efecto contraproducente.

«La realidad es que, de acuerdo a múltiples estudios, los boicots electorales suelen diluirse en el tiempo y terminan restándole espacios de lucha a la oposición, además de dejar como única alternativa la calle, con lo cual resultaría mucho más sencillo la represión puntual y hasta su apresamiento al perderse los espacios institucionales de lucha. Mientras algunos argumentan que la oposición este año ha estado en una mejor posición, gracias a no haber participado en la elección de 2018, la realidad es que nada de lo sucedido en 2019 hubiese sido posible si la oposición no estuviese en control de la Asamblea Nacional, gracias a haberla ganado en el 2015″, apunta el editorial.

– Oposición poco eficiente –

«Hoy, pese a la alta disposición a protestar, la oposición luce poco eficiente frente a la alternativa de escalar el conflicto en escenarios distintos al electoral, por lo cual resulta urgente que defina su posición en relación a su participación en las elecciones legislativas de 2020, para lo cual necesitará de las gestiones de sus aliados internacionales y de la presión ciudadana para exigir condiciones mínimas que permitan un proceso cuya competitividad sería limitada, pero sí manejable organizativamente por la oposición y de esta forma intentar preservar la mayoría y convencer a sus propios electores de participar, aún cuando no se haya cumplido con la promesa del cese de la usurpación».

El análisis de Alarcón señala que el camino más adecuado para la oposición es una reunificación que supere lo electoral y alcance la coordinación política. Si las elecciones sirven para ese propósito, entonces se puede aspirar a generar escenarios más claros de cambio.

«Con respecto a la comunidad internacional, la estrategia de países europeos, aunque pareciera mantenerse firme en relación con el desconocimiento de la elección presidencial de mayo de 2018 así como sobre la exigencia de una nueva elección presidencial como único camino para normalizar la situación del país, podría, en el corto plazo y ante la  ausencia de expectativas de cambio político en lo inmediato, ser de contención del conflicto venezolano. Esto sería probable porque este sector de la comunidad internacional parece, de hecho, proclive a privilegiar la provisión de ayuda humanitaria y la defensa de los derechos humanos (DDHH) por encima de estrategias únicamente destinadas al cambio democrático. En donde existe mayor incertidumbre es en el caso de los Estados Unidos debido a las divergencias en torno a la política sobre Venezuela y la relación costo-beneficio que podrían tener las decisiones tomadas sobre Venezuela en medio de una campaña de re-elección presidencial que se desarrolla en medio de un proceso de juicio político», subraya el profesor Benigno Alarcón, director del Centro de Estudios Políticos y de Gobierno de la UCAB.



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