Una multitud con rostro joven, enojada pero festiva, con cacerolas y tambores, está en las calles desde el 21 de noviembre para exigir un cambio de norte al gobierno conservador que encabeza el presidente más joven en la historia reciente de Colombia.
«¡Nos tienen miedo/porque no tenemos miedo!», han gritado los manifestantes. El país de 48 millones de habitantes que nunca ha sido gobernado por la izquierda y que se precia de su estabilidad institucional y democrática, se subió a la ola del descontento popular que recorre Sudamérica.
Y lo hizo de la mano de una generación hiperconectada, descreída de los medios tradicionales, que rechaza la violencia y reivindica la protesta pacífica y creativa, tras la solución del conflicto armado con las FARC, guerrilla convertida hoy en partido político.
«En los últimos 50 años fuimos la generación del miedo, pero esta gente, la generación de la paz, ya no tiene miedo porque sabe que tiene derechos y se pueden gestionar», señala Ómar Rincón, analista de la Universidad de los Andes (privada).
– ¿Quiénes protestan? –
La última vez que Colombia escuchó rugir las calles en rechazo de algo distinto de la violencia fue en 1977. Entonces los sindicatos fueron protagonistas. «En este momento la protesta es esencialmente estudiantil y juvenil», según Jorge Melo, autor de Historia Mínima de Colombia.
Los que se manifiestan no superan los 30 años, en su mayoría, y pertenecen a una generación «atravesada por la guerra» y que por cuenta de ello, no estuvo en el «centro de la conversación» social, afirma Óscar Almario, antropólogo de la Universidad Nacional (estatal).
Son centenials mezclados con milenials que abrazan las causas ambientalista, minimalista, proderechos de la mujer, de los homosexuales, que fueron eclipsadas por el debate guerra o paz. Además se «solidarizan con los que tienen trabajos precarios o ingresos limitados» y pueden tener una vejez sin pensión, añade Almario.
Los «hijos de la paz y de lo digital», que no creen en intermediarios y que ya no pueden ser llamados «guerrilleros por marchar», quieren que la política haga cosas concretas y prácticas» por sus causas, apunta de su lado Rincón.
Lo paradójico -agrega- «es que el presidente más joven, que enarbola las banderas de la revolución digital, no entiende las marchas que son de la revolución digital».
– Malestar posconflicto –
Duque asumió el poder hace 15 meses con 42 años. Lo que comenzó con una huelga general de sindicatos, indígenas y oposición contra sus políticas, terminó en una protesta de baja intensidad y larga duración. Casi siete de cada diez colombianos reprueban su gestión, según encuestas.
Su propuesta de diálogo todavía no convence. Las manifestaciones se suceden a diario en Bogotá y otras ciudades, y aunque por lo general han sido pacíficas ya dejan cuatro muertos y 500 heridos entre civiles, militares y policías.
Se trata de una protesta multipropósito: contra una reforma que recorta impuestos a las empresas, en rechazo a la corrupción y al asesinato de activistas sociales y exguerrilleros. También clama para que se disuelva la fuerza policial que reprime a los manifestantes y por el cumplimiento cabal del acuerdo de paz y por más acceso y recursos a la educación superior.
El malestar posconflicto pareció instalarse en uno de los países más desiguales del continente, con un desempleo del 10% que castiga sobre todo a los jóvenes y una informalidad laboral que afecta a casi el 50% de los trabajadores. Y donde, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), un niño pobre podría tardar hasta once generaciones para alcanzar la renta media.
Hay precisamente una «clase media no organizada marchando», sostiene Ariel Ávila, de la Fundación Paz y Reconciliación. Una clase media sin un Estado bienestar y con poco margen de ahorro y que, según analistas, vive con un pie en la pobreza.
Alcanzar la universidad pública es difícil en tanto la privada es costosa y obliga a endeudarse. Muchos «serán afortunados» si ganan más de los 235 dólares de salario mínimo, con el que vive el 30% de la población, señala Luis Carlos Reyes, del Observatorio Fiscal de la Universidad Javeriana.
– Diálogo y desgaste –
Ante el descontento social, Duque lanzó una «conversación nacional», pero fue criticado por reunirse primero con políticos y con gremios antes que con los representantes de la protesta. Su estrategia es «ganar tiempo, que lleguen las festividades navideñas y que apaguen el paro», señala Ávila.
El mandatario ha anunciado incentivos a las empresas que contraten jóvenes menores de 28 años, tres días sin IVA (19%) al año y la devolución de ese impuesto a los más pobres.
Puede que esta vez la protesta no deje mayores «ganancias» para los jóvenes, porque «Duque no oye», pero ya esa «gente fue ganada para la política», sostiene Rincón. «El cambio lo vamos a ver en 10 o 15 años, como pasó en Chile», enfatiza.
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