La historia de Sayfullo Saipov se parece a la de miles de inmigrantes que recalan cada año en EEUU persiguiendo el sueño americano: llegó sin saber inglés y con ganas de prosperar, pero en algún momento su destino se torció y acabó perpetrando el mayor atentado en Nueva York desde el 11-S.
En 2010, aterrizó en el aeropuerto John F. Kennedy procedente de Uzbekistán y trabajó como camionero y conductor de Uber gracias a un visado que consiguió por sorteo, un sistema que el presidente Donald Trump ha criticado tras el ataque y se ha propuesto cambiar.
Los que lo conocían no entienden cómo este uzbeko de 29 años pudo acabar radicalizándose por su cuenta y todos ellos lo definen como “un buen tipo” que llevaba una vida frugal y a quien le gustaba jugar con los hijos de sus amigos.
Saipov vivió primero en Ohio, más tarde en Florida y finalmente en Nueva Jersey, donde este martes alquiló una furgoneta con la que arrolló a varias personas en Manhattan, causando ocho muertos y una docena de heridos.
Durante sus siete años en el país, Saipov había montado dos empresas de transporte comercial y había trabajado durante seis meses como conductor en Uber, realizando 1.400 viajes.
En Ohio, el presunto terrorista se dedicó a mejorar su inglés y a buscar trabajo, nunca salía de fiesta y su vida consistía en ir de casa al trabajo y del trabajo a casa.
Más tarde, se trasladó a Tampa (Florida), donde conoció a otro uzbeko, Kobiljon Matkarov, que explicó al diario The New York Post que el presunto terrorista era “muy buen tipo” y que a sus hijos también les “gustaba” porque siempre jugaba con ellos, aunque reconoció que una vez su hijo quiso fotografiarse con él y Saipov se negó en banda.
Matkarov, de 37 años, lo definió como una “muy buena persona”, a quien “le gustaban los Estados Unidos” y “parecía muy contento” con su vida allí y por ello nada le hacía pensar que pudiese ser un radical islamista.
Sin embargo, las investigaciones iniciales indican que el joven uzbeko había estado en el radar de las autoridades federales, aunque por el momento se desconoce si el centro de la investigación era él o alguien de su entorno.
Saipov tuvo que testificar por una falta menor en abril de 2016, cuando fue advertido por no llevar los frenos reglamentarios en su vehículo, y finalmente se le declaró culpable y tuvo que pagar una multa de 200 dólares.
El presunto terrorista fue calificado de “lobo solitario” por las autoridades, que detallaron que se había radicalizado dentro del país y llevaba varias semanas planeando el ataque por su cuenta, inspirado en otros atentados reivindicados por el Estado Islámico.
El joven uzbeko accedió al visado de EEUU gracias a un programa del Departamento de Estado que sortea cada año 50.000 permisos de residencia entre países con una baja tasa de migración hacia EEUU.
Donald Trump criticó en Twitter el programa de visados y apostó por “una inmigración basada en la meritocracia, y no en los sistemas de lotería de los demócratas”.
Durante el ataque, el presunto terrorista recibió un disparo en el abdomen por la Policía y posteriormente fue detenido y trasladado al hospital Bellevue, donde se recupera de sus heridas y permanece estable dentro de la gravedad.
Trabajadores del hospital detallaron a The Daily News que el presunto autor de la masacre no estaba en absoluto conmocionado, sino que se le veía “feliz” y “realizado” e incluso hablaba y reía con total normalidad.
Uber aseguró que Saipov había superado los controles de antecedentes que realiza la empresa,y que tras estudiar su historial no identificó ningún incidente entre los 1.400 viajes que llevó a cabo como conductor.
Tras el atentado, la compañía lo vetó inmediatamente de su plataforma y se ha mostrado dispuesta a colaborar con las autoridades federales y estatales.
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