Las banderas ondeaban a media asta este domingo en la capital estadounidense, un día después de la muerte del senador republicano John McCain, piloto durante la guerra de Vietnam y candidato a la Casa Blanca con una trayectoria política tumultuosa, pero hoy homenajeado de forma casi universal.
El senador republicano por Arizona murió el sábado luego de 13 meses de lucha contra un cáncer cerebral, y un día después de haber abandonado su tratamiento médico. Tenía 81 años y siete hijos, de los cuales tres de un primer matrimonio.
Así como para John F. Kennedy, Ronald Reagan o Rosa Parks, su ataúd será expuesto en la rotonda del Capitolio en Washington, un honor reservado a aquellos que han marcado la historia de Estados Unidos.
Según el New York Times, su féretro también será presentado en el capitolio de Arizona, el Estado del suroreste del país al que representó durante más de 35 años en el Congreso.
Las exequias se llevarán a cabo en la Catedral nacional de Washington.
Los expresidentes Barack Obama y George W. Bush, un demócrata y un republicano, pronunciarán sus elogios fúnebres, a su pedido, según el Times.
Varios medios informaron hace unos meses que el senador había solicitado expresamente que Donald Trump no participara de su funeral; estaría previsto que sea el vicepresidente Mike Pence quien tome su lugar.
Su entierro se llevaría a cabo en el cementerio de la Academia naval de Annapolis, en la costa este, donde comenzó con su formación militar.
Este programa no ha sido confirmado hasta el momento por la oficina del senador.
Él mismo había revelado en 2015 cual sería el epitafio que le gustaría tener sobre su tumba: “El sirvió a su país”.
“Patriota”, “héroe”, “combatiente”, “inconformista”: las palabras con las cuales la clase política del país le rinde tributo tienen como punto común la carrera de este hombre al servicio de la nación.
“Es un patriota. Cualquiera sea el partido, es un patriota”, dijo Hillary Clinton en una entrevista emitida por CNN.
Un homenaje, sin embargo, está ausente: el del actual presidente de Estados Unidos.
Donald Trump –McCain había dicho en 2016 que no votaría por él y por quien no ocultaba su desprecio– escribió un breve mensaje de condolencias en Twitter a la familia McCain, pero sin evocar la trayectoria del fallecido senador.
“Mis condolencias y mis respetos más sinceros a la familia del senador McCain. Nuestros corazones y nuestras plegarias están con ustedes”, escribió el presidente.
Por el contrario, su esposa Melania, su hija Ivanka y el vicepresidente Pence, saludaron el servicio a la patria que realizó en vida el senador.
– Reacciones internacionales –
McCain era un asiduo visitante de capitales extranjeras, adonde viajaba regularmente integrando delegaciones parlamentarias. Se lo vio varias veces en Bagdad, en Medio Oriente e inclusive en Kiev, la capital de Ucrania, donde expresó su apoyo a la denominada “Revolución naranja”.
El Primer ministro canadiense Justin Trudeau, el Primer ministro israelí Benjamin Netanyahu y otros dirigentes extranjeros saludaron su memoria. La canciller alemana Angela Merkel le rindió tributo a “un defensor infatigable de una alianza atlántica fuerte”.
McCain “ha sido siempre un excelente interlocutor para Francia”, dijo Jean-Yves Le Drian, el ministro francés de Relaciones Exteriores, quien destacó su visita a Mali en las primeras semanas de la operación militar Serval en 2013 para reunirse con las tropas francesas.
En la otra costa del Pacífico, el periódico China Daily lo calificó como “un titán de la política estadounidense” y de ser la “conciencia del partido republicano”.
Durante su vida, McCain no siempre fue una figura que acaparara el consenso.
En las primarias presidenciales de 2000, cultivó una imagen de republicano centrista, pero fracasó ante George W. Bush, más en línea con la ortodoxia de los conservadores.
En el Senado, fue un feroz partidario de la guerra de Irak y lamentó el retiro de las tropas estadounidenses bajo el mandato de Obama. Su defensa de un alza permanente de los gastos militares le valió criticas tanto de la derecha como de la izquierda por su irresponsabilidad presupuestaria.
También se lo acusó de haber dado apoyo a los precursores del movimiento conservador Tea Party al escoger para acompañarlo en la fórmula presidencial a Sarah Palin, cuando fue candidato a la Casa Blanca en 2008, una decisión que luego lamentó.
Pero su compromiso contra la tortura, por una reforma de la inmigración favorable a los indocumentados y por su defensa de una tradición política de civilidad le hicieron trascender las divisiones partidistas habituales para aliarse con los demócratas.
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